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Volatilidad, 6 claves para entenderla y aprender a gestionarla

BBVA AM España

01 de marzo de 2021

La volatilidad es inherente al proceso de inversión. Puede generar incertidumbre en el corto plazo, pero debe ser tolerada en inversiones a largo plazo para maximizar los resultados

Rentabilidad y riesgo conforman, probablemente, el binomio más famoso en el ámbito de la inversión. De hecho, no puede entenderse un concepto sin el otro. 

La rentabilidad es un concepto con el que la mayoría de las personas está familiarizada. Entendemos rentabilidad como el beneficio de una inversión expresada en términos porcentuales. Así, hablamos por ejemplo de que una inversión ha rentado un 5%, o lo que es lo mismo, que ha producido 5 euros por cada 100 euros invertidos.

El riesgo es, quizá, un concepto más abstracto. Podemos definirlo como la posibilidad de que nuestra inversión no produzca los resultados que esperamos e incluso, que perdamos parte o todo el capital que hemos invertido inicialmente. Una de las aproximaciones más utilizadas para medir el riesgo es el concepto de volatilidad, una medida del riesgo de mercado. Recordemos que hay otros riesgos más allá de las evolución de los mercados en sí, como el riesgo país o el riesgo operativo.

La volatilidad (calculada a través de la medida estadística conocida como desviación típica) mide de qué forma la rentabilidad de un activo se desvía de su media histórica. Una volatilidad elevada nos indica que la rentabilidad ha experimentado fuertes oscilaciones respecto a su media. Una volatilidad reducida muestra un comportamiento más estable, con valores cercanos a su media.

En el siguiente gráfico podemos ver cómo se representaría, a título ilustrativo, una inversión muy volátil (A) junto a una inversión poco volátil (B):

Una volatilidad mayor implica una pérdida potencial mayor para el partícipe, y por lo tanto un riesgo más elevado. Pero también, lógicamente, la posibilidad de alcanzar rentabilidades más elevadas.

Los inversores deben lidiar con la volatilidad, especialmente en momentos de mercado en los que determinados acontecimientos, políticos, económicos o sociales provocan “turbulencias” en los mercados. La volatilidad en sí no es algo negativo, y es inherente a la inversión. Sin embargo, es esencial comprenderla y, especialmente en el caso de inversiones a largo plazo, tolerarla. Estas claves te ayudarán a comprender mejor la volatilidad

  1. En determinados entornos, como el de bajos o muy bajos tipos de interés, es muy difícil obtener rentabilidad sin riesgo. Siempre dentro de lo aconsejable para el perfil de riesgo al que respondamos, hay que entender la volatilidad como una variable necesaria en la inversión.
  2. La relevancia de la volatilidad se diluye en el largo plazo. Es importante tener la vista puesta en el objetivo de nuestras inversiones. ¿Es realmente crítico que mis inversiones acumulen una caída del 10% un año puntual cuando estoy invirtiendo para mi jubilación, que va a tener lugar dentro de 30 años? Bajo la misma lógica, no tiene ningún sentido invertir en activos de alta volatilidad para un objetivo que va a llegar en el plazo de un año. Estaremos, prácticamente, jugando a cara o cruz.
  3. Los activos más volátiles son, con mucha diferencia, los más rentables en plazos largos. Una vez más, el horizonte de la inversión debe prevalecer. Soportar volatilidad en el corto plazo tiene premio en el largo plazo.
  4. Existe una primera receta casi infalible para enfrentarse a la volatilidad, y se llama diversificación. La volatilidad de único activo de, por ejemplo, renta variable, puede ser muy elevada. La volatilidad de una cartera compuesta por veinte títulos es mucho más reducida, pues el comportamiento negativo de unos vendrá a compensarse con el rendimiento positivo de otros si la cartera está correctamente diversificada. Es decir, divide y vencerás.
  5. Y existe una segunda receta que se llama inversión periódica. Si invertimos puntualmente, especialmente en periodos de alta volatilidad, estamos fiando el precio de entrada a una valoración concreta, que puede ser favorable o desfavorable. Y la experiencia demuestra que es casi imposible predecir los tiempos del mercado. Con la inversión periódica, conseguimos neutralizar los vaivenes del mercado consiguiendo un precio medio entre esas distintas adquisiciones.
  6. Es importante no dejarse llevar por el sentimiento del momento y, una vez más, poner en perspectiva la inversión. En ocasiones, situaciones de alta volatilidad generan un sentimiento de pánico que lleva a tomar decisiones ineficientes o, a veces, catastróficas. Es clave luchar contra estos sesgos conductuales: las cosas no son tan positivas como las vemos en algunas ocasiones, pero tampoco tan negativas como las percibimos en otras. 

En definitiva, la volatilidad no es un motivo de preocupación si estamos en el vehículo y asignación de activos correcta para nuestro objetivo de inversión marcado y no debe suponer una motivación a mover la cartera, ya que al hacerlo perdemos el efecto «rebote» en las valoraciones que suele registrarse en las semanas posteriores.

Caso distinto es si se cuenta con una cartera insuficientemente diversificada y carezcamos de una estrategia bien definida. En ese caso, puede ser buen momento para revisar la inversión e incluir activos de calidad con potencial de revalorización.

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