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Claves semanales del 10 al 14 de febrero de 2025

BBVA AM España

10 de febrero de 2025

La estrategia geopolítica de Trump en la última semana ha sido una combinación de presión y concesión. Sus movimientos en política comercial, diplomacia y seguridad han mostrado una tendencia hacia la consolidación de su imagen como un negociador duro, dispuesto a desafiar las normas establecidas en el comercio internacional y la geopolítica global. La imposición de aranceles del 25% sobre Canadá y México, seguida de su repentina retirada tras concesiones en seguridad fronteriza y lucha contra el tráfico de fentanilo, es un ejemplo claro de su estilo de negociación. Más que un cambio de rumbo, este episodio sugiere que los aranceles fueron una herramienta de presión desde el principio, diseñados para obtener concesiones políticas sin generar un coste económico inmediato.

Monitor de mercado

El caso de China es diferente. La imposición de un arancel del 10% sobre todas las importaciones chinas marca un endurecimiento de la guerra comercial, pero también parece una maniobra con múltiples capas de objetivos, no sólo mejorar la balanza comercial con el gigante asiático, que fue el objetivo principal durante el primer mandato del republicano.

En primer lugar, Trump pretende reforzar el liderazgo geopolítico estadounidense, enviando una señal de firmeza a aliados y competidores globales. En segundo lugar, busca debilitar la economía china en un momento de vulnerabilidad, cuando el crecimiento se desacelera y Beijing está lidiando con problemas estructurales en su sector inmobiliario y financiero. Por último, subyace la necesidad de asegurar la supremacía tecnológica, dificultando el acceso de China a tecnología crítica en sectores clave como IA y semiconductores. La respuesta china ha sido moderada, con aranceles sobre productos energéticos y nuevas investigaciones contra gigantes tecnológicos estadounidenses, lo que indica que Beijing quiere evitar una escalada inmediata, pero no descarta represalias más agresivas si la situación lo requiere.

Europa, por su parte, está en el radar de Trump como el próximo objetivo de su estrategia comercial. En declaraciones recientes, ha insinuado que los aranceles sobre la UE podrían llegar «muy pronto», lo que ha llevado a líderes europeos a empezar a considerar medidas de represalia. La Comisión Europea ha advertido que si EE.UU. impone tarifas, la UE responderá con acciones equivalentes, incluyendo posibles restricciones a las grandes tecnológicas estadounidenses. Sin embargo, Europa se encuentra en una posición más débil que China para resistir una guerra comercial prolongada. Su economía ya enfrenta una desaceleración y una crisis industrial, especialmente en Alemania, lo que reduce su margen de maniobra.

En el frente geopolítico, Trump ha vuelto a sorprender con su retórica sobre Gaza, sugiriendo la posibilidad de que Estados Unidos tome el control del territorio y lo transforme en una especie de «Riviera de Medio Oriente». Aunque estas declaraciones fueron rápidamente matizadas por su administración, reflejan un patrón característico de su estilo negociador: iniciar con una propuesta extrema para luego retroceder a una posición más realista que aún le permita avanzar en su agenda. Su declaración ha servido para marcar territorio en la discusión sobre la futura gobernanza de Gaza. Al mismo tiempo, esta postura aumenta la incertidumbre en la región y podría dificultar las negociaciones para extender el actual alto al fuego con Hamas.

En el conflicto entre Rusia y Ucrania, Trump ha dejado entrever la posibilidad de un plan de paz que incluiría un alto el fuego antes de Semana Santa, algo que, de concretarse, alteraría significativamente la dinámica del conflicto. Si bien su administración ha negado que haya un plan formal, la mera mención de un posible acuerdo ha generado especulación sobre cuáles serían sus términos. Una posibilidad es que busque presionar a Ucrania para que acepte concesiones territoriales a cambio de garantías de seguridad por parte de EE.UU. y la OTAN. También ha insinuado que Estados Unidos podría obtener acceso a los recursos naturales de Ucrania como parte de cualquier acuerdo, lo que encaja con su visión transaccional de la geopolítica.

En definitiva, debemos acostumbrarnos nuevamente a la hiperactividad comunicativa de Donald Trump, cuyo impacto se sentirá en múltiples frentes de la economía y la geopolítica. Sin embargo, también debemos asumir que su discurso debe tomarse en serio, pero no siempre de manera literal.

En el ámbito macroeconómico, el mercado laboral estadounidense sigue mostrando mucho dinamismo y generó en enero una creación de empleo sólida, lo que permitió reducir la tasa de desempleo al 4%. Los datos de nóminas sorprendieron positivamente al mercado, impulsados en parte por revisiones al alza en meses anteriores y por la fortaleza del consumo interno. Sin embargo, el crecimiento de los salarios y la persistencia de presiones inflacionistas han reavivado el debate sobre la trayectoria de flexibilización monetaria de la Reserva Federal. A pesar de la expectativa de recortes a mediados de año, algunos miembros del FOMC han señalado que, si las condiciones económicas se mantienen sólidas y la inflación muestra signos de resistencia, el banco central podría postergar el avance del ciclo de relajación monetaria.

En Europa, la economía sigue en una encrucijada. Los datos de actividad reflejan un crecimiento débil y la producción industrial alemana cayó un 2,4% en diciembre, arrastrada por la debilidad del sector automotriz y la caída de la demanda externa. La inflación general en la eurozona subió al 2,5% interanual, debido a un repunte en los precios de la energía, mientras que la inflación subyacente se mantuvo estable en 2,7%, lo que sigue siendo un nivel incómodo para el Banco Central Europeo. La desaceleración en el crecimiento de los salarios sugiere que el BCE podría seguir inclinado a recortar los tipos en los próximos meses.

Japón, por su parte, ha endurecido su discurso en política monetaria. El Banco de Japón ha dado señales de que podría continuar con su proceso de normalización, reflejando una creciente preocupación por la debilidad del yen y su impacto en la inflación importada. Aunque los datos de inflación han sido volátiles, la presión sobre los precios de importación ha aumentado, lo que podría llevar al BoJ a ajustar sus tasas antes de lo previsto. Esta postura más agresiva subraya la divergencia de política monetaria entre Japón y el resto de áreas económicas desarrolladas.

Para terminar, China enfrenta un dilema estratégico. Si bien Beijing ha mantenido su retórica de querer evitar una escalada en la guerra comercial, su margen de maniobra es limitado. Se estima que los nuevos aranceles podrían restar 0,4 puntos porcentuales al crecimiento del PIB chino en los próximos 12 meses, con el golpe más fuerte en sectores exportadores y en la inversión empresarial. Al mismo tiempo, el gobierno sigue buscando estímulos para apuntalar la demanda interna, ya que los datos recientes muestran una desaceleración en el crédito y el consumo.