Claves semanales del 20 al 24 de enero de 2025
20 de enero de 2025
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La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos marca el inicio de un nuevo capítulo en la política económica global. Con más de 100 órdenes ejecutivas previstas para el "Día Uno", su administración se presenta como una de las más ambiciosas y potencialmente disruptivas en décadas. Las medidas anunciadas abarcan comercio, fiscalidad, inmigración y energía, cuatro pilares que podrían redefinir las dinámicas internacionales y los flujos de capital.
Monitor de mercado
En el ámbito del comercio, se espera que las políticas de Trump prioricen un enfoque proteccionista, con el objetivo de reducir el déficit comercial y reforzar la industria nacional. Sin embargo, estas medidas, que incluyen aranceles elevados y posibles renegociaciones de acuerdos comerciales, podrían generar tensiones con socios estratégicos como China, Europa y México. La reconfiguración de las cadenas de suministro globales podría ser una consecuencia inmediata, aumentando los costes de producción y afectando a sectores clave como el automovilístico, el tecnológico y el manufacturero.
En política fiscal, la nueva administración ha prometido extender los recortes de impuestos implementados en 2017, una medida que, según el nominado a Secretario del Tesoro, Scott Bessent, es crucial para evitar una crisis económica. Aunque estos recortes fiscales podrían proporcionar un estímulo a corto plazo al consumo y la inversión, también plantean preguntas sobre su sostenibilidad a largo plazo, especialmente en un contexto de déficit fiscal creciente y de altos niveles de deuda pública.
En el ámbito energético, se espera un cambio drástico hacia políticas más favorables a los combustibles fósiles, con una reducción en las restricciones regulatorias y un impulso a la producción nacional de petróleo y gas. Esto podría fortalecer la independencia energética de Estados Unidos, pero también generar controversia en un momento en que las preocupaciones por el cambio climático están en aumento.
La política migratoria, otro eje clave, podría endurecerse significativamente, con implicaciones tanto económicas como sociales. Un enfoque restrictivo podría reducir la oferta laboral en sectores esenciales, al tiempo que genera tensiones en comunidades y empresas que dependen de la mano de obra extranjera.
La incertidumbre es el denominador común en esta transición. Si bien algunas medidas podrían generar beneficios económicos a corto plazo, el impacto a largo plazo dependerá de su implementación y de las respuestas de los actores globales. Los mercados financieros, altamente sensibles a los cambios políticos, podrían experimentar episodios de volatilidad significativa, especialmente si las políticas de Trump generan fricciones comerciales o desaceleran la actividad económica global.
En resumen, la presidencia de Trump inaugura una era de desafíos y oportunidades. Su enfoque directo y proteccionista promete un cambio en las reglas del juego, con repercusiones que van más allá de las fronteras de Estados Unidos. Para los inversores, comprender estas dinámicas será clave para navegar en un entorno de alta incertidumbre y posicionarse estratégicamente frente a los cambios globales.
Volviendo la vista a los acontecimientos de la semana pasada, los datos macroeconómicos publicados en Estados Unidos reforzaron la narrativa de una economía sólida. El consumo privado sigue siendo el pilar del crecimiento, impulsado por un mercado laboral robusto y una inflación que se moderó más de lo esperado en diciembre. Esta combinación alimentó las expectativas de recortes de tipos por parte de la Reserva Federal, especialmente si la nueva administración logra implementar sus planes fiscales sin generar excesivas presiones inflacionistas.
Los recortes de tasas podrían materializarse en la primera mitad de 2025, dependiendo de la evolución de los datos macroeconómicos y de las políticas de Trump. No obstante, algunos analistas señalan que la Fed podría adoptar una postura cautelosa, evaluando el impacto de las medidas fiscales y comerciales antes de ajustar su política monetaria. Este enfoque prudente refleja la necesidad de equilibrar el crecimiento económico con la estabilidad financiera en un entorno de incertidumbre global.
En Europa, las tensiones políticas internas y las incertidumbres económicas están configurando un entorno frágil pero lleno de potenciales catalizadores. Las economías de la eurozona muestran señales de estabilización en la inflación subyacente, lo que da margen al Banco Central Europeo para continuar relajando su política monetaria. Sin embargo, el crecimiento sigue siendo anémico, con sectores clave como el manufacturero y el consumo todavía por debajo de los niveles prepandemia.
A esto se suma la incertidumbre política en países como Alemania y Francia, donde los líderes enfrentan presiones internas que podrían ralentizar las reformas estructurales necesarias para impulsar el crecimiento. Además, el conflicto en Ucrania sigue pesando sobre Europa, con su impacto directo en los mercados de energía y en la estabilidad geopolítica de la región. Una posible desescalada del conflicto, aunque no inminente, podría actuar como un catalizador positivo al reducir la prima de riesgo percibida en la región y estabilizar los precios energéticos.
En Asia, China logró cumplir con su objetivo de crecimiento del 5% para 2024, impulsado por un fuerte desempeño en las exportaciones y una serie de medidas de estímulo económico implementadas en la segunda mitad del año. Sin embargo, persisten dudas sobre la sostenibilidad de este crecimiento, dadas las tensiones estructurales internas, como la debilidad del sector inmobiliario y los retos en el mercado laboral. Además, los posibles aranceles de Estados Unidos podrían generar nuevas presiones sobre la economía china, forzando al gobierno a implementar medidas más agresivas para sostener la actividad.