¿Es comparable la alegría de encontrar algo con descuento a lo molesto que resulta comprar algo y luego encontrar lo mismo por un precio menor?
11 de noviembre de 2021
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Está demostrado empíricamente que tendemos a molestarnos más cuando compramos un producto que posteriormente encontramos más barato en otra tienda de lo que nos alegramos cuando adquirimos una ganga con ese mismo descuento.
Esta afirmación deriva de un sesgo de nuestra conducta, el de aversión a las perdidas, que nos condiciona en nuestras decisiones. Nos afecta también cuando invertimos, ya que hace que perdamos oportunidades de revalorizar adecuadamente nuestro ahorro.
El experimento de los profesores Kahneman y Tversky
Los expertos en Economía del Comportamiento, Daniel Kahneman y Amos Tversky, estudiaron este fenómeno. Realizaron un experimento para medir la aversión a la pérdida dependiendo de cómo se enfoca un problema, que documentaron en su publicación La formulación de las decisiones y la psicología de la elección.
Pidieron a las personas participantes en el experimento, que estaban distribuidas en dos grupos, que imaginasen que se estaban preparando para una enfermedad que se esperaba que acabase con la vida de 600 personas.
Kahneman y Tversky detectaron que:
– Vincular su decisión con salvar vidas, provocó que las personas se volviesen adversas a la pérdida.
– Mientras que perder vidas les empujaba a arriesgarse.
Esto se debe a que las pérdidas imponen más que las ganancias. Kahneman y Tversky calcularon que una pérdida nos duele 2,5 veces más que el disfrute que experimentamos por una ganancia de igual valor.
El sesgo de la aversión a las pérdidas es la tendencia que tenemos las personas a tener más en cuenta una pérdida que una ganancia de la misma magnitud. Incluso a igualdad de importes, para las personas las pérdidas son más grandes que las ganancias. A las personas nos gusta ganar, pero ni mucho menos tanto como lo que nos molesta perder.
En el ámbito de la inversión, los inversores que muestran este tipo de comportamiento valoran más el dinero que se han gastado en el pasado que el dinero que se gastan en el futuro para recuperar la inversión anterior.
La principal consecuencia de este sesgo es que el ahorrador-inversor tiende a adoptar un perfil excesivamente conservador para evitar pérdidas, lo que le lleva en muchas ocasiones a no alcanzar sus objetivos. Por ejemplo, invirtiendo su dinero en cuentas corrientes, depósitos o incluso en fondos de inversión excesivamente conservadores para el horizonte temporal de su inversión.
Este sesgo queda muy reflejado en la frase “si no vendo, no realizo perdidas”, que se utiliza como justificación para mantener inversiones en activos o productos de inversión que se encuentran en pérdidas.
Más Información sobre cómo afecta este sesgo a nuestras finanzas: El miedo a las perdidas afecta negativamente en nuestras decisiones de inversión
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