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Mente fría: invertir sobrerreaccionando a los vaivenes del mercado no suele ser rentable

BBVA AM España

15 de enero de 2020

Las inversiones en este 2019 han tenido un comportamiento muy positivo. Todas se encuentran en positivo, tanto las Bolsas como los bonos, el oro, el petróleo y como consecuencia de ello gran parte de los fondos de inversión. Una subida que se han perdido los que a finales de 2018 decidieron abandonar el mercado de acciones, asustados por las caídas de la última parte del año. Vender cuando el mercado baja es un error tan grande como comprar cuando sube, algo muy habitual entre los inversores. Y esta conducta equivocada está estudiada y cuantificada.

Esta estrategia errónea de entrar y salir al calor de la marcha de los mercados recibe el nombre inglés de market timing y solo es aconsejable para los inversores más profesionales que están todo el día siguiendo las fluctuaciones. Mantener la inversión es un ejercicio difícil ante el temor de incrementar las pérdidas. Se puede cambiar de fondo o vender por una necesidad determinada pero no por el dictado de los mercados que siempre sobrerreaccionan a las noticias y que suelen recuperar sus pérdidas.

A un inversor cortoplacista puede irle bien o mal en un año concreto, pero si prescinde de los vaivenes de los mercados e invierte a largo plazo, el éxito está asegurado. El banco británico Barclays publica todos los años el Equity Gilt Study, sobre las rentabilidades de las acciones y los bonos. Desde 1899 un inversor británico con una cartera de acciones durante sólo un año pudo conseguir una rentabilidad del 100% o tan mala como del -60%. Pero desde 1899 no ha habido ni un sólo periodo de 23 años en el que las acciones hayan perdido dinero.

Otro estudio de la firma Morningstar llamado Mind the Gap contabiliza la diferencia entre lo que un cliente gana en un fondo de inversión y la rentabilidad del producto, siendo esta última siempre superior. Tras esta diferencia se encuentra la ineficacia a la hora de escoger el momento para entrar o salir del fondo. Así, en Europa, los inversores ganaron cada año 0,74% menos durante diez años que el fondo (media de fondos de bonos y acciones) en el que invertían. Este dato aumenta hasta el 1,53% para los fondos exclusivos de renta variable. Salir y entrar de los fondos les costó en diez años el 7,4% (sin contar el efecto del interés compuesto) y el 15,3%, respectivamente. Este último dato evidencia que cuanto mayor riesgo tiene el producto, existe una mayor posibilidad de que el cliente, perdiéndose las subidas posteriores en las acciones.

Y si aún no está convencido, los analistas de JP Morgan AM han estudiado las rentabilidades del índice MSCI Europe en euros, para una inversión de 10.000 euros entre 2001 y 2017. Si el inversor hubiese aguantado todo ese periodo invertido, lograría una ganancia anual del 4,03% respecto a la inversión inicial. Si se hubiese perdido las 10 mejores jornadas del periodo, esos 10.000 euros perderían un 0,78% de su valor. Tal y como explican, ausentarse de las 30 mejores jornadas hubiera generado pérdidas del 5,41% y casi del 10% si se hubiese quedado fuera de las 50 mejores sesiones.

Al final, para un inversor particular de largo plazo, la mejor forma de entrar en un fondo de inversión es a través de las aportaciones periódicas (quincenales, mensuales, bimestrales, etc).

Es mejor dividir la inversión en pequeñas cantidades suscritas en el fondo mes a mes que concentrarla en un momento concreto. En el largo plazo, estaremos comprando la evolución de la curva del mercado en el que invertimos. Por ejemplo, si hablamos de un fondo de renta variable global, estamos comprando la evolución de la propia economía mundial, ya que en periodos largos la Bolsa correlaciona bastante con el crecimiento económico del país en el que están situadas las empresas que cotizan.

De igual modo sucede cuando queremos salirnos de un producto de inversión. En lugar de salir de golpe con todo, es mejor hacer reembolsos periódicos. De esa forma, mitigamos la volatilidad inherente a los mercados.