¿Mirar el nivel de riesgo a la hora de elegir fondos? Olvídate, lo importante es el horizonte de tiempo de tu inversión
15 de enero de 2020
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Existe una excesiva simplificación sobre el riesgo a asumir por parte de un inversor en fondos.
Tradicionalmente, aparece como una variable independiente en la ecuación junto con la rentabilidad y la liquidez. Por eso los reguladores se han enfocado mayormente en el perfil de riesgo en los test de idoneidad/conveniencia que ha traído la normativa MIFID II y que obliga a las entidades financieras a que los cumplimenten junto a sus clientes cuando buscan productos de inversión.
Pero es necesario poner en contexto temporal ese riesgo que se asume, por ejemplo, en fondos de renta variable, sean nacionales o extranjeros, que a priori se erigen como los más arriesgados para el inversor. Al riesgo hay que asociarlo con la variable tiempo, es decir, el horizonte temporal durante el cual la persona desea mantener esa inversión; también con la capacidad del inversor para afrontar malos momentos del mercado y, por último, si el cliente dispone de otras fuentes de ingresos/patrimonio y de qué naturaleza son éstas.
No es lo mismo que el inversor precise de ese dinero invertido en el fondo en unos pocos meses a si tiene un horizonte de 20 ó 30 años para recuperar su participación en el fondo. En el primer caso estaría asumiendo un alto riesgo y es desaconsejable, y en el segundo si metiera su dinero en activos monetarios (letras, pagarés) seguramente no lograría siquiera cubrir la subida de la vida.
Si bien es cierto que el Regulador ha optado por dar mayor protagonismo al nivel de riesgo (SRRI del producto) a la hora de proponer productos de inversión, la variable que debería primar en la modalidad de asesoramiento debería ser el horizonte temporal de la inversión
Imprescindible también es conocer la capacidad de asumir pérdidas temporales que no le lleven a deshacer sus posiciones en fondos de inversión. Tenemos un ejemplo recientísimo. El mal comportamiento de los mercados en el final de 2018 ha llevado a muchos inversores en fondos a deshacer posiciones ya que no estaban preparados para sufrir minusvalías. Se fueron, pero el mercado de Bolsa acumula en España una ganancia del 9% que les podría haber resarcido de las pérdidas y que se han perdido al vender.
Los ingresos obtenidos por el inversor también pueden ser determinantes y otro factor para matizar ese riesgo genérico que se nos presenta en los test de idoneidad. Si una persona tiene unos ingresos constantes elevados y un trabajo seguro, este perfil le permite asumir mayores riesgos en fondos que otra persona con un trabajo temporal o autónomo con vaivenes en sus ingresos.
Si bien es cierto que el Regulador ha optado por dar mayor protagonismo al riesgo /SRRI a la hora de proponer asesoramiento en inversiones, la variable que debería prevalecer debería ser el horizonte temporal de las inversiones, especialmente, para objetivos muy de corto plazo, o muy de largo, como por ejemplo, ahorro para imprevistos (donde sí o sí deberías ser conservador), o la jubilación a 30 años vista, para la que deberías ser decidido (100% renta variable). En metas a medio/largo y para objetivos de apreciación de capital, sí que puede tener sentido afinar qué nivel de riesgo quiere el cliente. Este hecho debería reforzarse con mensajes alusivos durante el propio proceso del test, a fin de que el inversor tome una decisión en línea con la evolución lógica de los mercados financieros en el tiempo y al mismo tiempo con sus expectativas.
Desgraciadamente, el inversor, a la hora de enfrentarse a los test de idoneidad, suele obtener como resultado que tiene un perfil conservador para cualquier meta u objetivo vital, incluidas aquellas a plazos de 15 o más años donde son los fondos con perfil decidido los únicos que aportan valor por encima de la inflación. Por tanto, estos tests acaban teniendo sesgos involuntarios para el cliente. Esto es contraproducente. Debería prevalecer el horizonte temporal frente al riesgo en muchos de los objetivos o metas de inversión o, al menos, convendría incluir mensajes o advertencias en el propio flujo del test, a fin de que el usuario reconsiderase su perfil para una inversión específica.
Es más, no parece muy lógico que el inversor sea conservador o agresivo para todos sus objetivos. Lo más apropiado es que para unos fines prefiera el perfil tranquilo (p.ej. a la hora de ahorrar para sus próximas vacaciones) y para otro le convenga ser decidido, como ocurre con el ahorro para la jubilación a 30 años vista.
Mención aparte merece la etapa de la desacumulación (desde que se accede a la jubilación en adelante). En este caso, al cliente se le aplican los mismos tests de idoneidad para acabar en 3-5 niveles de riesgo. No tiene sentido, ya que estos inversores deberían primar estrategias de inversión específicas que incluyan: una parte importante en activos líquidos que les permita cobrar rentas financieras mensuales con cargo a su inversión; un porcentaje alto de renta fija que dé robustez a la cartera; pero sin olvidar una parte de renta variable que haga posible superar la inflación durante los más de 20 años que vive de media una persona desde los 65 años. La realidad es que este diálogo de asesoramiento en inversiones durante la jubilación no existe en los test de idoneidad, ni tampoco en muchas webs de fondos.
El test de idoneidad exigido por MIFID II es una excelente oportunidad para materializar el asesoramiento en inversiones personalizado que requiere el inversor en nuestros días. Confiemos en que la industria vaya más allá del perfil de riesgo como criterio para segmentar a sus clientes.
Daniel Blanco Martín es experto en experiencia digital de productos de inversión y seguros en BBVA.