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¿Te gastarías 300 euros de tu salario en una única comida para dos?

BBVA AM España

15 de junio de 2021

La contabilidad mental es otro sesgo de nuestra conducta que condiciona nuestro comportamiento hacia el ahorro, el consumo y la inversión.

Según el profesor Thaler, Nobel de economía en 2017, las decisiones de consumo y de ahorro no suelen seguir criterios racionales, sino que existe una serie de sesgos psicológicos que suelen desviar las decisiones de los consumidores.

Contabilidad mental

El sesgo de contabilidad mental, que fue desarrollado por Richard H. Thaler, muestra que realmente no nos gastamos el dinero de igual manera, sino que dependiendo de su procedencia lo valoramos en mayor o menor medida, y lo gastamos con mayor o menor esfuerzo.

El dinero vale igual independientemente de dónde proceda: 100 euros valen 100 euros si los has cobrado trabajando, o si te han tocado en la lotería o si te los han regalado. Igualmente, esos 100 euros valen lo mismo si los gastamos en ropa o comida, que si los gastamos en caprichos que no necesitamos.

Sin embargo, si nos ha costado dedicación, esfuerzo y sacrificio, nuestro cerebro le dará un mayor valor y seremos más conservadores a la hora de gastarlo o de invertirlo. En cambio, si ese dinero nos ha llegado de una manera fácil sin esfuerzo o nos lo han regalado, seremos más propensos a gastarlo o invertirlo, sin mayor preocupación.

Ante un dinero extra, como por ejemplo un premio, paga extra o una herencia, la actitud hacia el consumo, el ahorro, y la inversión del mismo debería ser la misma que ante cualquier otro ingreso.

La trampa contabilidad mental explica como las personas tienden a administrar sus finanzas en unas cuentas mentales separadas (gastos corrientes, educación de hijos, ocio etc.), sin tener en cuenta el conjunto de dinero disponible. Un ejemplo de esto sería pedir un préstamo, a pesar de los gastos e intereses cobrados, en lugar de recurrir a los ahorros cuando tenemos capacidad de hacerlo.

Esta trampa confunde a las personas en casi todas las decisiones económicas que toman. Por ejemplo, cuando van a pedir un préstamo, la mayoría de personas, para saber si pueden permitírselo o no, calculan cuál será el importe de la cuota que tendrán que pagar cada mes. Si pueden permitirse pagar esa cuota, entonces no hay problema. En ocasiones, alargan la duración del préstamo para que la cuota sea más reducida.

Con este razonamiento se ignoran los factores que verdaderamente deberían condicionar la toma de la decisión sobre el préstamo:

  • ¿cuál es el interés a pagar?
  • ¿A cuánto ascienden las comisiones?
  • ¿Cuánto acabarán pagando por el préstamo?

Predomina la urgencia y la inmediatez. Las personas toman decisiones financieras irracionales porque el cerebro les engaña para que valoren la inmediatez por encima de otras variables.

Es importante aprender a luchar contra este sesgo, para ahorrar más, pero también para evitar que nuestras finanzas quiebren.

Si recibimos un ingreso imprevisto, nuestra contabilidad mental intentará hacernos creer que ese dinero no tiene valor y que podemos gastarlo. Hemos de actuar racionalmente y ser conscientes de que gastarlo sería una mala decisión. Si logramos reprimir el impulso de compra, habremos ahorrado un dinero extra.

Con las deudas ocurre lo mismo. Para evitar la trampa de la contabilidad mental, siempre que queramos solicitar un préstamo debemos multiplicar el importe de la cuota mensual por el número de meses que tendremos que pagarla. Así obtendremos el precio real del producto que queremos financiar y podremos compararlo con el precio que tendría si ahorrásemos antes de comprarlo.

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