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Economía del Comportamiento: ¿Cómo afecta el miedo a las pérdidas en nuestras decisiones de inversión?

BBVA AM España

07 de mayo de 2021

Existen una serie de sesgos conductuales (tendencias del comportamiento) que determinan y condicionan nuestra toma de decisiones económicas. Entre ellos está la aversión al remordimiento o el miedo a las perdidas.

La aversión o miedo a las pérdidas está dentro de los llamados sesgos emocionales: las decisiones se basan en la emoción, en lugar de hacerlo mediante un proceso racional de toma de decisiones.

El sesgo de la aversión a las pérdidas es la tendencia que tenemos las personas a tener más en cuenta una pérdida que una ganancia de la misma magnitud. Incluso a igualdad de importes, para las personas las pérdidas son más grandes que las ganancias. A las personas nos gusta ganar, pero ni mucho menos tanto como lo que nos molesta perder.

En 1981, los psicólogos David Kahneman y Amos Tversky realizaron un experimento que llamaron “La formulación de las decisiones y la psicología de la elección”. Con el mismo calcularon que una pérdida nos duele 2,5 veces más que el disfrute que experimentamos por una ganancia equivalente.

En el ámbito de la inversión, los inversores que muestran este tipo de comportamiento valoran más el dinero que se han gastado en el pasado que el dinero que se gastan en el futuro para recuperar la inversión anterior. 

Detrás de la aversión a las perdidas está temor del inversor a las posibles consecuencias negativas que puedan acarrear sus errores en el proceso de toma de decisiones. La principal consecuencia de este sesgo es que el inversor (ej. un ahorrador) tienden a adoptar un perfil excesivamente conservador para evitar pérdidas, lo que le lleva a incurrir en un coste de oportunidad y en la posibilidad de no alcanzar sus objetivos. Por ejemplo, invirtiendo su dinero en cuentas corrientes, depósitos o incluso en fondos de inversión excesivamente conservadores para el horizonte temporal de su inversión.

Este sesgo queda muy reflejado en la frase “si no vendo, no realizo perdidas”, que se utiliza como justificación para mantener inversiones en activos o productos de inversión que se encuentran en pérdidas.

Si hemos perdido, por ejemplo, el 40% con la inversión en una acción, el 60% restante estamos dispuestos seguir arriesgándolo más, porque ya hemos dado por perdido el 100%. Por tanto, ante una pérdida segura, los inversores prefieren arriesgar más (no vendiendo), sólo para intentar no perder.

Con esta actitud, los inversores acaban perdiendo muchas veces tiempo, dinero y energías por no aceptar la toma de una decisión errónea, siendo muchas veces el coste de mantener la inversión superior al de asumir la pérdida.

Efecto reflejo y efecto dotación: variante de la aversión a la pérdida

El efecto reflejo es una variante de la aversión a la pérdida: implica que arriesgaremos más para recuperar un dinero que hemos perdido que para ganar esa misma cantidad de dinero. Esto se debe también a otro sesgo cognitivo llamado efecto dotación, según el cual valoramos más algo que ya es nuestro, por encima incluso de su valor o precio real.

Estos dos sesgos son los causantes de que NO se sigan uno de los consejos de inversión en bolsa: dejar crecer las ganancias y cortar las pérdidas. Es decir, no vender mientras una acción está subiendo, pero hacerlo rápidamente cuando cae, asumiendo las pérdidas una vez estas superan cierto umbral.

Este es uno de los errores comunes en el inversor no profesional que invierte directamente en activos (por ejemplo, en acciones), que aguantará una acción con pérdidas con la esperanza de que se recupere antes de asumir su error, es decir, de reconocer la pérdida.

Para ello es recomendable para ahorradores e inversores no profesionales recurrir a productos de ahorro e inversión, como por ejemplo fondos de inversión, que están gestionados por entidades expertas, que aplican en la gestión de inversiones, entre otros criterios, criterios y metodologías de finanzas conductuales.

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