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¿Qué diferencia existe entre desaceleración y recesión?

BBVA AM España

21 de junio de 2022

Nos encontramos ante una situación económica compleja en el futuro próximo. La guerra en Ucrania, además del devastador efecto humanitario, está teniendo un severo impacto en la economía, en concreto en el suministro y en los precios de gas natural y otros combustibles fósiles, como el petróleo, de los que Europa es muy dependiente de Rusia. Ese incremento del precio de los combustibles fósiles está incrementando de manera muy relevante los precios en general, produciendo una inflación muy elevada. Además, llueve sobre mojado, ya que la inflación venía siendo alta con carácter previo a la invasión rusa de Ucrania.

La inflación tiene consecuencias muy negativas para los ciudadanos. Por ejemplo, la pérdida del poder adquisitivo de sus salarios y de la capacidad de compra que tienen las personas, pérdida de valor de su ahorro, encarecimiento del acceso al crédito o de los costes de los préstamos ya vigentes incrementando nuestros gastos. En definitiva, la inflación nos empobrece.

Para luchar contra la inflación y sus consecuencias, y contenerla, los Bancos centrales, entre ellos el Banco Central Europeo (BCE), está empezando a aplicar políticas restrictivas, entre las que destacan subidas de tipo de interés (por ejemplo, BCE los subirá en Julio) y otras políticas restrictivas como dejar de comprar bonos.

Estas políticas, si bien se espera que, como ha ocurrido en el pasado, sean efectivas en contener la inflación, tienen efectos secundarios. Subir tipos de interés supone encarecer la financiación, es decir se incrementan tipos (y por lo tanto el precio) al que los particulares y las empresas acceden a crédito o financiación. Por ejemplo, encarecimiento de los créditos hipotecarios, préstamos personales, pago con tarjeta de crédito, financiación de inversiones empresariales, etc.

El encarecimiento del crédito supone menos capacidad de financiación y por lo tanto de consumo en el caso de los particulares, y menos capacidad de inversión y más dificultad en el desarrollo de nuevas iniciativas y proyectos parte de las empresas (por lo tanto, menor creación de empleo).

Esta situación de menor consumo (por ejemplo, menos compra de vivienda por los mayores costes de financiación para adquirirla, o bien incremento del coste para los que tengan créditos a tipo de interés variable que disminuirá su capacidad general de compra) puede desacelerar el crecimiento de una economía o incluso llevarla a una recesión o a una crisis.

Pero, ¿Qué significan los términos desaceleración, recesión y crisis? ¿Qué diferencia hay entre ellos?

La desaceleración de la economía consiste en que durante un período de tiempo se produce una ralentización en el crecimiento económico, teniendo en cuenta la anterior medición de crecimiento en un país o geografía determinada.

El primer indicador de la existencia de un proceso de deceleración es una tasa de crecimiento menor, comparándola respecto a la de una fecha anterior. Por ejemplo, un trimestre respecto al trimestre anterior al mismo en el mismo año, o un año respecto el año anterior.

Esta reducción o disminución del crecimiento no significa que se produzca un dato negativo. En el caso de desaceleración el dato obtenido continúa manteniéndose por encima de 0.

Veamos un ejemplo del pasado…

Tras décadas de crecimientos habitualmente superiores al 10%, China creció en 2018 un 6,6%, que fue tasa de crecimiento más baja desde 1990 hasta esa fecha.

Habitualmente, el término desaceleración suele tener una connotación negativa. En muchas ocasiones, confundiéndose con otros términos como recesión, crisis o depresión económica.

La desaceleración (o deceleración) puede ser un primer paso, o un anticipo, de una recesión o una crisis. Sin embargo, no necesariamente tiene que serlo.

Una recesión es una disminución del Producto Interior Bruto (PIB), que se da durante dos trimestres de caídas. Mientras que la depresión económica o crisis es la mayor expresión de una situación de caída económica, al producirse caídas del 10% en el PIB en un período de un año o una recesión prolongada durante más de tres años.

La depresión económica es consecuencia de una caída de la demanda y se manifiesta con una reducción de la inversión y de los salarios, lo cual disminuye la capacidad adquisitiva y, por lo tanto, el nivel de consumo.

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